¿Qué es un trauma?
La palabra trauma deriva del griego y significa “herida”. El trauma es una “herida psicológica” que puede ser provocada por experiencias adversas. Habitualmente, cuando oímos hablar de trauma pensamos en acontecimientos devastadores causados bien por desastres naturales (terremotos, inundaciones, etc.) o por el hombre (guerras, accidentes, abusos, palizas etc.). Los especialistas los denominamos traumas por el impacto súbito y estresante que sufre el cerebro de la persona cuando lo vive. Sin embargo, también existe otra categoría de traumas, cuyo origen está relacionado con hechos a los que habitualmente concedemos menos importancia y que suelen ser más frecuentes en la infancia, como, por ejemplo: desprotección, humillación, desapego, abandonos o separaciones. Estos acontecimientos adversos pueden llegar a provocar muchos síntomas como angustia, miedo, vacío o tristeza.
Es importante destacar que la “gravedad” del trauma no determina la calidad del daño que produce. Puede ser tan dañino un accidente como un abandono, porque sus efectos dependerán de cada persona. Existen 3 factores que determinan el impacto de un evento traumático en la infancia:
- La edad que tenía la persona cuando se produjo ese evento
- La gravedad y frecuencia con la que se producía
- Los recursos con los que contaba el niño en aquel momento, por ejemplo las figuras de apego (si le protegían, si le daban información adecuada a su edad, si le facilitaban la expresión emocional, etc,).
El trauma, independientemente de su origen y del momento de la vida en el que se produzca, afecta de tal manera la salud, la seguridad y el bienestar de la persona, que puede llegar a bloquear el sistema de procesamiento de información del paciente. Este bloqueo se puede producir, como ya hemos mencionado, porque el paciente era muy pequeño y no tenía los recursos para resolver la situación. Peor otro lado, si el trauma se produce en la edad adulta, el bloqueo puede deberse a que haya sufrido varias situaciones traumáticas a la vez, por ejemplo un despido y una ruptura sentimental. Todo ello genera rápidamente mucho estrés en el cerebro, saturándolo y dando lugar a distinta sintomatología. Si el paciente no se trata, es muy posible que, tras un evento como una separación, un abandono o el diagnóstico de una enfermedad grave, se cronifiquen dichos síntomas y deriven en un trastorno (depresión, trastorno obsesivo compulsivo, trastorno límite de personalidad, trastorno bipolar, adicciones, etc.)